viernes, 4 de marzo de 2011

Ciclotimia del demonio

Algo casi tan hiriente como la utopía de querer mantener la sangre templada, mientras sumergimos los pies en una bañera llena de rolitos.

Lo innato y perceptible, con náuseas y fiebre, vomita, desde ocasional hasta periódicamente, un líquido como el que circula por los vasos de las plantas.

Una emancipación prolongada de ira.

El escrupuloso círculo insiste en que seamos sus súbditos y recorramos incansablemente su línea, y lleguemos, y empecemos.

Y cuando gritan las orugas, instantáneamente después se llenan de color.

Brota, de forma algo enigmática desde la tierra de abajo de las uñas, una razón sinrazón que, totalmente viuda de conflictos, despierta con cautela las ramificaciones nerviosas en la yema de los dedos.

Y en los ojos, por qué no.

Es hermoso el aire…

El escandaloso, molesto y desafinado redondel se quedó sin sombra.

Y en alguna de esas rutas estrechas o inestables por las que viajó, dejó caer inconcientemente la absurda pero fatal idea de querer intentar sostener su forma perfectamente geométrica.

Qué bueno.

La puta madre

Descuidadamente me vuelvo tan efímera como el mismo aroma de los jazmines, ya amarillentos y secos al sol.

Con un poco de rencor guardado en los zapatos, intento despojarme de un imaginario secuencial que no para de poner en duda mis más deliberados deseos de desatar una cuerda podrida y sucia, empapada de una imperfección sublime, que procura llevarme a un rincón gastado, necio.

Las escamas de las manos se terminan escapando de mí.

Como cuando la música vibraba en mi ombligo, y algo tan simple como una melodía grave y chistosa dejaba caer en la alfombra una interrogación despreocupada, así quisieran mis gestos renacer.

martes, 2 de marzo de 2010

Viejas mascarillas



Algo queda ya.
Si en los vientos se te escapa
Una miga perturbada
De las cruces del tiempo.
Si te beso me consuelo, y me llueven los temores.
Perdona, alma, destruye.
Agoniza tus abrazos, mírame cuando duermo.
En los trenes colorados te despide mi pañuelo, casi muerto.
Y con pinceles me tapo los oídos,
Y con alfombras re-sueño tus tesoros.
Y te quiero, como nunca, te quiero.
Sí, te quiero como siempre.
Te quiero.

lunes, 1 de marzo de 2010

No ves? Yo te dije…
Te dejas embagayar por un gil de pocas luces, con la palma de la mano bigoteando tu lunar.
Una aguja impenetrable y un cuchillo re chiflado, engrupiendo y esquivando con sus ganchos de papel.
Aparece una pestaña con tendencia a desprenderse y tu abrazo, tu abrazo… cada vez mas alacrán. Cuando apago los faroles, alimento marionetas y vuelo a mi catrera sin querer (sin quererte, mucho menos) me despierto transpirada entre moscas y bocinas, entre pilas y pilas de relojes de cartón, con el tiempo destemplado y con los ojos de mi gato semi negro, semi blanco… imposible describir.
Un compás interesante se escucho desde el pasillo… el ciempiés, una moneda un espejo, un sillón… y una nota chiquitita que cubría el picaporte y yo, apoliyando, escuchando mi canción. Acá estoy, purrete, en el bulín de tu placard. Sin que sepas cuanto espero, cuanto dejo, cuanto tengo, cuantas pilas de almanaques me amasijan el coco, y mi bobo con buracos del tamaño de un llorón.
Pero ojo, no me engancho, sos un pibe poco guapo, te crees un lánguido y sos un entregador. Me quemaste el balero como un pingo que es boleta, ahora agarro una borbona, unos gruyos, un marroco y me rajo sin pavura para el parque a festejar.
Con el faso en la garganta te dedico unos acordes y hasta siempre, sabandija, ya nos vamos a cruzar.

miércoles, 24 de junio de 2009



Ya no sé qué fue aquello que le dediqué,
porque no hablo para sí.
Hoy hablo para mí.
Para mí y para mi cuerpo,
llenando cada espacio pantanoso de color.
Los colores que viven en mí!
Los que me otorga el calor de la mañana
y que, de vez en cuando, salen por mi sonrisa mientras duermo.
Se evaporan con el gas de mi estufa,
armonizan los muros de mi cueva,
despiertan sensaciones espontáneas.
En un instante preciso.
Es un segundo completamente inundado de incertidumbre,
rebalsado de música.
Y tan aliviante y sincero
que deja que mis palabras escapen,
como se escapa el agua de las manos.
Mis manos con las tuyas.
Qué hermoso paisaje!!!

martes, 9 de junio de 2009


Qué impredecibles son las horas y los días.
Qué confuso se vuelve cada paso.
Es morbosa y peculiar la manera de mirar.
La de esa gente ególatra y necia,
La de esos ojos alienados.
Y los tuyos son así,
Tan tajantes como aquéllos.
Pero me ves y te veo
Sincero, vulnerable… vacío.
Me acorralás, y te consuelo.
Me acorralás.
Pero ya se quemó la última hilacha de camino.
Y se editó el libro de hazañas y hechos.
Sin más pieles, sin más besos.
Dejándome libre de llanto, quitándome tanto peso.
Ahora vos me mirás, y yo sólo canto.
Canto colores y música para mi, sólo para mi.

viernes, 13 de febrero de 2009

El lugar parecía vacío. Se veían guitarras, ceniceros y un dejo tristeza.
Llegó para dejar su música y sus cuadros, unos que había imaginado una larga noche de soledad y llanto, esos que hubiese querido mostrárselos a él.
Dejó su bolso junto a la pequeña ventana que apenas dejaba entrar un poco de luz amarilla y algo seca, se hechó en ese incomodo sillón e inevitablemente una lágrima se deslizó sin motivo alguno, sin espera.
Quiso dejarlo todo en ese instante y caminó hacia sus fresias que gritaban de sed, mirando encandiladas su llegada y ese sol ardiente que no dejaba de quemarlas. Verdes, vivas, floreciendo; en cambio ella... tan seca por dentro, tan frágil.
Eligió unas buenas bandas y se recostó para disfrutar de los acordes que la llevarían de nuevo a ese viaje por la mente. El humo blanco nublaba el espacio, tapaba las manchas de humedad. Las de la pared y las de su alma, todo se tapaba de alguna forma.
Abrió la ducha. Cantó, como de costumbre, y observó por un rato su coraza en el espejo empañado. Empezó a despertarse y bailó desnuda por toda la pieza, se llenó de olores y de colores y volvió a subirse a su tren.
En plena paz alguien abrió la puerta, se prendió la luz y murió el silencio.
Entró con impaciencia, ansiedad, desesperación, gritos... como siempre lo hacía. Entonces la música se apagó, el humo blanco se hizo gris, las lágrimas se evaporaron en un segundo y ella se mostró tan viva como las fresias, para evitar palabras, para dejar que todo parezca armonía.
Asi siguió el día, las semanas, los meses. Esperando ser, esperando encontrarse, mirando las cuerdas con tremendas ganas de acariciarlas. Siguió, como todo sigue rutinariamente. Siguió.
Y ahora no sabe qué hacer con tanta desolación.